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La detención de Omar se contó con todo detalle. Son relatos épicos, de cine, en los que los cuerpos de seguridad tiran puertas abajo, desbloquean contraseñas, cortan calles, incautan discos y también armas. Nada que ver con lo que años más tarde escucharíamos de boca del protagonista.

SEBAS RODRÍGUEZ | Responsable de Comunicación del Centro Sira
Fotografía | DAVID F. SABADELL | EL SALTO

Para hacer el segundo episodio de Brechas, con Lluís pasamos muchas horas escarbando en la hemeroteca. Buscábamos información sobre un hombre marroquí, musulmán, que hace ya varios años había sido acusado de adoctrinamiento, y al que la justicia había mantenido casi tres años en prisión preventiva, en Régimen de aislamiento, pese a ser inocente.

La historia la conocíamos muy bien. El Centro Sira lleva muchos años ligado a esta persona, ya sea por el apoyo terapéutico que se le dio en su momento o por los informes periciales que se elaboraron para su demanda contra el Estado. Sin embargo, no fue hasta que empezamos a trabajar en el episodio, que Lluís y yo fuimos realmente conscientes de la frivolidad con la que algunos medios de comunicación contaron su caso. Son tan graves algunas de las informaciones que se publicaron en su día, que escogimos un pseudónimo para proteger su identidad, y no seguir contribuyendo a remover su imagen.

En el caso de Omar, algunos medios de comunicación no solo contribuyeron a justificar la increíble dureza con la que estaba siendo detenido y después puesto en prisión; sino que también pusieron de su parte para seguir alimentando un imaginario islamófobo que ve síntomas de radicalización en todo lo relacionado con la práctica religiosa.

La detención de Omar se contó con todo detalle. Son relatos épicos, de cine, en los que los cuerpos de seguridad tiran puertas abajo, desbloquean contraseñas, cortan calles, incautan discos y también armas. Nada que ver con lo que años más tarde escucharíamos de boca del protagonista: que en realidad lo que se requisó fueron discos de música, catanas decorativas y un libro de coaching del entrenador de baloncesto Pepu Hernández; que en esa detención de película se apuntó a sus hijos con un arma; que se le expuso delante de sus vecinos y compañeros de trabajo como un trofeo; que, por error, primero se tumbó la puerta de su vecino y después la suya. Del día que Omar fue declarado inocente apenas hay crónicas. ¿Artículos sobre el impacto que significó para él estar tres años en prisión preventiva? Más de lo mismo.

Entre quienes firmaron las crónicas de aquella detención de película, hay personajes muy sonados que hicieron carrera sirviendo de mensajero de la versión policial, y también de la extrema derecha. Pero esto es anecdótico. Con estupor, comprobamos que algunos de los medios que tienden a ser más críticos o a dedicar más esfuerzos a contrastar la información, tampoco tuvieron miramientos a la hora de reproducir la versión oficial. Cuando el mensaje tiene que ver con la seguridad nacional o con el terrorismo, no hay “peros”, porque concuerda con su imaginario islamófobo.

La investigadora y militante antirracista y decolonial, Salma Amazian, señala en el episodio que llevar velo, dejarse la barba o incluso apuntarse al gimnasio, se leen como acciones que no hacen más que corroborar una paranoia muy instalada. Se parte de la idea de que la religiosidad musulmana está ligada a la violencia y que es incompatible con la vida en Occidente. Por tanto, cualquier “síntoma” que implique acercarse a la religión, implica también abrazar la violencia. ¿De qué otra forma se puede explicar, si no, que en el momento de la detención de Omar hubiese un consenso tan claro entre la policía, la justicia y los medios de comunicación de que él era un terrorista, aun cuando no había pruebas?

Limitarse a servir de altavoz de la versión oficial no hace más que fortalecer o legitimar el ejercicio de la violencia sobre todo aquello que el Estado percibe como una amenaza.

En el caso de Omar, algunos medios de comunicación no solo contribuyeron a justificar la increíble dureza con la que estaba siendo detenido y después puesto en prisión; sino que también pusieron de su parte para seguir alimentando un imaginario islamófobo que ve síntomas de radicalización en todo lo relacionado con la práctica religiosa. Con más o menos influencia, ya sea por Twitch o en papel, los medios de comunicación continúan siendo un mecanismo importante a la hora de construir imaginarios comunes, y a la hora de señalarnos qué es lo peligroso y qué es lo importante. Como señala Salma en el episodio, los medios de comunciación tienen aquí una responsabilidad enorme: limitarse a servir de altavoz de la versión oficial no hace más que fortalecer o legitimar el ejercicio de la violencia sobre todo aquello que el Estado percibe como una amenaza.

A lo largo del episodio, nuestro protagonista deja entrever muchos de los impactos que sufre como consecuencia de haber pasado tanto tiempo en prisión. Entre sus preocupaciones, sigue presente la incertidumbre por el futuro. Se pregunta qué pensarán sus hijos sobre su historia cuando crezcan, si acaso algún día topan con esa misma hemeroteca que encontramos nosotros. “¿Se sentirán humillados? ¿O se sentirán orgullosos porque pese a todo he podido llegar al final?”, se pregunta. Ojalá todos estos años de lucha – que intentamos resumir en este episodio – sirvan para que sus hijos escuchen su verdad.

Ojalá todos estos años de lucha – que intentamos resumir en este episodio - sirvan para que sus hijos escuchen su verdad.

Sebas RodríguezResponsable de Comunicación del Centro Sira

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