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A lo largo de los últimos años, hemos constatado que la mayor parte de las infancias migrantes a las que acompañamos, se han visto expuestas a condiciones de acogida que no respetaban su dignidad y que les generaban miedo, inseguridad e indefensión

ESTHER FRAILE | Psicóloga del Centro Sira

Save the Children registró en 2023 un enorme aumento en las llegadas de menores al Estado Español, a través de las diferentes rutas de la Frontera Occidental Euroafricana. En 2023, se registraron un total de 56.852 llegadas, de las cuales 5.151 fueron de niños y niñas menores de 18 años. Es decir, un 116,8% más que en el año anterior. En esas mismas rutas, según datos de la organización Caminando Fronteras, al menos 384 jóvenes perdieron la vida.

A esta realidad, se suma la saturación de los recursos de acogida y protección. Recientemente, UNICEF hizo un llamamiento urgente para dar respuesta a los más de 5.500 menores no acompañados que permanecen en la actualidad en las Islas Canarias. Después de comprobar la innovación, agilidad y coordinación que se tuvo a la hora de gestionar la acogida de personas desplazadas de Ucrania, UNICEF pidió a las administraciones una política de Estado igual de eficiente para las infancias que permanecen en las islas.

En muchas ocasiones, lejos del afecto, la protección o la seguridad que esperan encontrar a su llegada al Estado español, las infancias chocan con experiencias que minan su visión del mundo y su confianza en el ser humano y las instituciones.

La ausencia de un enfoque de derechos de infancia en la acogida de niños, niñas y adolescentes migrantes no es algo reciente, ni tampoco algo vinculado a los cambios en los flujos migratorios. A lo largo de los últimos años, hemos constatado que la mayor parte de las infancias migrantes a las que acompañamos, se han visto expuestas a condiciones de acogida que no respetaban su dignidad y que les generaban miedo, inseguridad e indefensión. En muchas ocasiones, lejos del afecto, la protección o la seguridad que esperan encontrar a su llegada al Estado español, las infancias chocan con experiencias que minan su visión del mundo y su confianza en el ser humano y las instituciones. Todo, en una etapa clave de su desarrollo.

Desde su llegada al territorio, es común que a los niños, niñas y juventud migrante no acompañada se les adultifique. Se les imponen roles y tareas que no corresponden a su etapa vital, y para las que no disponen de las herramientas de afrontamiento necesarias. Un ejemplo, son las y los adolescentes migrantes que se ven obligados a integrarse al mercado laboral una vez cumplen los 18 años, ya que son expulsados del sistema de protección a la infancia. Ante una posible situación de sinhogarismo, los y las adolescentes no contemplan la posibilidad de estudiar o trazar otro tipo de proyecto vital.

Cuando se cuestiona la niñez de las infancias, también se ataca a su identidad.

Cuando se cuestiona la niñez de las infancias, también se ataca a su identidad. La infancia migrante se ve obligada a comprender y a realizar ciertos trámites administrativos y burocráticos para demostrar su minoría de edad y así solicitar cierta documentación o acceso a servicios. Esto les genera una revictimización y un elevado nivel de estrés y ansiedad. En algunos casos, además, en los que no se reconoce la minoría de edad, las infancias se ven expuestas a condiciones de extrema vulnerabilidad, especialmente socioeconómica. Un ejemplo de ello es el reciente caso mediático de un adolescente gambiano que se encuentra fuera del sistema de protección a la infancia, en situación de sinhogarismo, a pesar de disponer de toda la documentación que decreta su minoría de edad. El Comité de Derechos del Niño dictaminó que España debe proteger al adolescente y acogerle en un centro de menores para “prevenir un daño irreparable”.

Todos estos elementos, sumados a las experiencias previas de violencia en los países de origen y durante el tránsito migratorio, así como de racismo y criminalización en espacios comunitarios, tienen un impacto tanto en su desarrollo, como en su salud mental. De esta manera, entre la infancia y juventud migrante es frecuente encontrar dificultades de adaptación y construcción identitaria, por el choque cultural y la ausencia de referentes. A menudo, esto deriva también en problemas de conducta, abuso de sustancias o sintomatología postraumática y ansiosa.

Reducir el impacto de la acogida en las infancias depende de una política de Estado, y de una apuesta por trabajar en estrategias de acompañamiento que pongan los derechos y el bienestar de las y los menores en el centro. Cuestionar su niñez, no velar por sus condiciones de acogida, obviar los impactos del viaje, u obligarlos a ejercer como adultos a una edad muy temprana, son ataques que generan un sufrimiento que puede marcar su futuro.

Cuando se cuestiona la niñez de las infancias, también se ataca a su identidad.

Esther Fraile JuliánPsicóloga del Centro Sira

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